CAPITULO III
3. PSICOLOGÍA FUNCIONAL NORTEAMERICANA
3.1. TEORIA DE LAS EMOCIONES DE JAMES- LANGE:
El sentimiento en las emociones más burdas, el resultado de la expresión corporal. Nuestra manera natural de pensar acerca de estas emociones más burdas es que la apreciación mental de algún hecho excita la afección mental llamada emoción y que este último estado mental da lugar a la expresión corporal.
Mi teoría, por lo contrario, es que los cambios corporales se derivan directamente de la percepción del hecho excitante y que nuestro sentimiento de los mismos cambios, según se producen, es la emoción.
Sin los estados corporales subsecuentes a la apreciación, esta última serie de forma puramente cognoscitiva, pálida, descolorida, desprovista de calor emotivo.
Entonces, podríamos ver al oso y juzgar que lo mejor es correr, recibir el insulto y considerar correcto golpear, pero no nos sentiríamos realmente atemorizados o coléricos.
Paso ahora a exponer el punto esencial de toda mi teoría que es el siguiente: si nos imaginamos alguna emoción fuerte y tratamos luego de abstraer de nuestra conciencia de la misma todos los sentimientos de sus síntomas corporales, descubrimos que no nos queda nada.
Ninguna “materia mental” con la cual pudiese estar constituida la emoción y que lo único que queda es un estado frío y neural de percepción intelectual.
Esta concepción explica la gran variabilidad de las emociones. Si tal teoría es cierta, entonces cada emoción es la resultante de una suma de elementos, y cada elemento es causado por un proceso fisiológico de índole ya bien conocida.
Lo importante es convertir nuestro sistema nervioso en aliado, no en enemigo nuestro. Consiste en invertir y capitalizar nuestras adquisiciones, para vivir con holgura de los intereses de nuestra inversión.
Para esto, tenemos que convertir en automáticas y habituales, desde las más temprana edad posible, todas las acciones útiles que podamos, y precavernos contra la adquisición de modos de conducta habituales .Cuanto mayor sea el número de detalles de nuestra vida cotidiana que podamos entregar a la fase custodia del automatismo, con tanta mayor libertad contarán nuestras facultades mentales superior para llevar a cabo el trabajo que les corresponde con propiedad.
3.1.1. EL HÁBITO:
Los hábitos son acciones o pensamientos que se presentan como respuestas aparentemente automática a una experiencia dada. Se diferencian de los instintos en que un hábito se puede crear, modificar o eliminar bajo una dirección consciente. Los hábitos son valiosos y necesarios. “El hábito simplifica los movimientos necesarios para alcanzar un resultado, los hace más precisos y disminuye la fatiga”. En este sentido los hábitos constituyen una faceta en la adquisición de habilidades. Por otra parte, “el hábito disminuye la atención consciente con lo cual se ejecutan nuestros actos”. Que esto sea ventajoso, o no, depende de la situación. Alejar la atención de una acción hace que esa acción sea más fácil de ejecutar, pero también lo vuelve resistente al cambio. “El hecho es que nuestras virtudes son hábitos, al igual que nuestros vicios. Toda nuestra vida, hasta donde tiene una forma definida, no es sino una masa de hábitos –prácticos emocionales e intelectuales- organizados sistemáticamente para nuestra felicidad o infortunio y que nos arrastran hacia nuestro destino cualquiera que pueda ser este”
Así pues el hábito es el volante gigante de la sociedad, el más valioso de sus agentes conservadores. Solo él nos mantiene dentro de los límites de lo estatuido, y defiende a los hijos de la fortuna de las envidiosas sublevaciones de los pobres.
Solo él impide que los caminos más duros y repugnantes de la vida sean abandonados por aquellos que fueron llevados a caminar por ellos. Mantiene al pescador y al marinero en el mar durante el invierno; retira al mamífero de su oscuridad y clava al rústico en su cabaña de troncos y en su granja solitaria durante todos los meses de nieve; nos protege de la invasión por parte de los nativos del desierto y de la zona helada.
Nos condena a librar nuestra batalla por la vida conforme a los mandatos de nuestra crianza o de nuestra elección a temprana edad, y a sacar el mejor partido posible de una tarea con la que ya no estamos conformes por no existe otra para la cual seamos capaces y es demasiados tarde para empezar de nuevo.
Impide que se resuelvan las diversas capas sociales. A la edad de apenas 25 años advierte uno ya como los amaneramientos profesionales se van apoderando del joven viajante en comercio, del médico joven, del sacerdote joven, del abogado joven. Se advierten las diminutas líneas de escisión que van corriendo por el carácter, las mañas del pensamiento, los prejuicios, los modales del “OFICIO”; en una palabra, de la cuales el hombre poco a poco no puede escapar más, que la manca de su abrigo pueda de pronto adoptar nuevo conjunto de pliegues. En general, es bueno que no p pueda escapar. Es bueno para el mundo que la mayoría de nosotros, hacia la edad de treinta años, el carácter haya quedado fraguado como mortero para nunca volverse ablandar de nuevo.
Si el periodo comprendido entre los veinte y los treinta años tiene importancia crítica para la formación de los hábitos intelectuales y profesionales, el periodo anterior a los veinte años es más importante aún para la fijación de hábitos personales, así llamados con propiedad, como la vocalización y la pronunciación, los gestos, los movimientos, el estilo general de expresión. Casi nunca un lenguaje aprendido después de los veinte años llega hablarse sin acento extranjero; casi nunca un joven trasladado a la sociedad de sus mejores desaprende el gangueo y otros vicos de la expresión que adquirió por las asociaciones de sus primeros años de crecimiento. Casi nunca, por cierto, por más dinero que lleve en su bolsillo, podrá aprender jamás a vestir como un caballero por nacimiento. Los mercaderes lo ofrecen a él sus artículos como al más perfecto de los elegantes y, sin embargo, no pueda comprar lo indicado. Una de ley invisible, tan fuerte como la gravitación lo mantiene dentro de su órbita ataviado este año tal como el año anterior; y como es que sus conocidos mejor vestidos se les arreglan para conseguir las cosas que visten, será para él un misterio hasta el final de sus días.
Así pues, en toda educación, lo importante es convertir nuestro sistema nervioso en aliado, no en enemigo nuestro. Consiste en invertir y capitalizar nuestras adquisiciones, para vivir con holgura de los interesen de nuestra inversión. Para esto, tenemos que compartir en automáticas y habituales, desde la más temprana edad posible, todas las acciones útiles que podamos, y precavernos contra la adquisición de modos de conducta habituales que probablemente nos recordaran inconvenientes, tal como debemos protegernos contra la peste. Cuando mayor sea el número de detalles de nuestra vida cotidiana que podamos entregar a la fase de custodia del automatismo, con tanta mayor libertad contara nuestras facultades mentales superiores para llevar a cabo el trabajo que le corresponde con propiedad.
No hay ser humano más desdichado que aquel en que lo único habitual es la indecisión para el cual el encender cada puro, que al tomarse otra copa, la hora en que debe levantarse por irse a la cama todos los días, y el comienzo de toda jornada de trabajo, son sujetos de una liberación volitiva expresa. La mitad del tiempo de tal hombre se consagra al decidir, o lamentarse de no decidir, cuestiones que deberían estar tan incorporadas al que prácticamente no debería existir de manera alguna para su conciencia. Si no existe tales obligaciones diarias fuertemente injertadas y algunos de mis lectores, que en este mismo momento comience remedio a esta situación.
En la obra titulada “HABITOS MORALES” del profesor Bain, están anotadas algunas admirables observaciones prácticas. De su tratado se destacan los grandes máximos. La primera es la de que, en la adquisición de un hábito nuevo o el abandono de uno viejo, debemos poner cuidado en lanzarnos con la iniciativa más fuerte y decidida posible. Debemos acumulara todas las circunstancias posibles que reforzaran los motivos correctos; debemos colocarnos asiduamente en condiciones que alienten el nuevo proceder; hacer compromisos incompatibles con los antiguos; comprometerse públicamente si el caso lo permite; en pocas palabras, en volver la resolución con todos los auxiliares que uno conoce. Esto proporcionara a sus nuevos comienzos tal ímpetu que la tentación a infligir la norma no se producirá tan pronto como, de otra manera, ocurriría; y cada dia en que se pospone la inflación se suma las posibilidades de que no ocurra de ninguna manera.
La segunda máxima dice: No debe permitirse nunca que se produzca una disección hasta que el nuevo hábito no haya quedado firmemente arraigado en la vida de uno. Cada lapso es como dejar caer una bola de hilo que uno está tratando cuidadosamente de enredar; un solo desliz deshace mucho más de lo que muchas vueltas enredaran de nuevo.
La continuidad del entrenamiento es un gran medio para conseguir que el sistema nervios actué de manera infaliblemente correcta.
Puede añadirse una tercera máxima a la pareja anterior: Aproveche cuanta oportunidad posible se le presente para actuar de acuerdo con cualquier resolución que haya tomado, y de acuerdo con cada incitación emocional que puede experimentar en el sentido de los hábitos que espiran contra él. No es el momento de su formación, sino en el momento en que producen efectos motores cuando resoluciones y aspiraciones comunican la nueva disposición al cerebro.
Tal y como, si dejamos que se evaporen nuestras emociones, comienzas estas a evaporarse, así hay razón para suponer que si a menudo nos escapamos de la realización de un esfuerzo, antes de que nos demos cuenta, la capacidad de realización de los esfuerzos habrá desaparecido, y que, si permitimos que se distraigan nuestra función, poco después vagara constantemente. Atención y esfuerzo no son como diremos más adelante, sino dos nombres de los mismos hechos psíquicos. No sabemos a cuales procesos cerebrales corresponden. La razón más sólida para creer que dependen de procesos cerebrales, y nos actos puros del espíritu, es simplemente el hecho de que parecen estar sujetos hasta cierto punto, a la ley del habito, que es una ley imperial. Como máxima practica final, relativa estos hábitos de la voluntad, podemos ofrecer, entonces lo siguiente; Mantenga la facultad de esforzarse viva en usted haciendo un poco de ejercicio gratuito cada día. Es decir, sea sistemática ascético o heroico en lo que respecta a cosillas innecesarias, haga cada día o cada dos días algo sin más razón que la de que preferiría no hacerlo, de manera que cuando se acerca la hora de la triste necesidad no le encuentre desanimado y desentrenado para soportar la prueba. Esta clase de ascetismo se parece al seguro que paga un hombre su patria y sus Bienes. La contribución no le proporciona ningún bien por el momento, y probablemente nunca le reportara nada. Pero si se produce el incendio, el haber pagado la prima será lo que los salve de la ruinas. Así le ocurrirá al hombre que diariamente se ha sometido a hábitos de atención concentrado, volición energética y abnegación en cosas incensarías. Se levantara como una torre mientras todo tienda a su alrededor, cuando sus prójimos mortales más blandos se vean arrastrados como hoja en vendaval.
El estudio fisiológico de los estados mentales, de tal modo, es el aliado más poderoso de la ética exhortativa. El infierno que se sufrirá después, de que nos habla la teología, no es el peor que el infierno que nos fabricamos nosotros mismos en este mundo a dar forma equivocada a nuestros caracteres. Si los jóvenes pudiesen darse cuenta que cual pronto se habrán convertido en simples manojos ambulantes de hábitos prestarían más atención a su conducta en sus años plásticos. Hilamos nuestros propios destinos, buenos y malos, y nunca se destejerá. Cada rasgo de virtud o de vicio, por pequeño que sea, deja su cicatriz, nunca tan pequeña.
3.2. LA CORRIENTE DE LA CONCIENCIA:
El hecho fundamental. El hecho concreto, primero y supremo, que todo el mundo afirmara que pertenece a su experiencia interior es el hecho de que una especia de conciencia está en marcha: Los estados mentales se suceden unos a otros en él. Si pudiese decirse en español piensa como decimos duele o graniza enunciariamos el hecho de la manera más sencilla y como un mínimo del supuesto. Como no podemos hacerlo, tenemos que decir simplemente que pensamiento sigue en marcha.
Cuatro caracteres en la conciencia. ¿Cómo marcha? Advertimos inmediatamente cuatro caracteres importantes en el proceso, y será el deber del presente capitulo hablar de ellos en términos generales:
1. Cada estado tiende a ser parte de una conciencia personal.
2. Dentro de cada conciencia personal los estados se encuentran cambiando constantemente.
3. Cada conciencia personal es sensiblemente continua.
4. Se interesa en algunas partes de su objeto con exclusión de otras, y acoge o rechaza eligen entre ellas, para decirlos de una sola vez constantemente.
En cada conciencia personal el pensamiento es sensiblemente continuo. No puedo definir continuo si no respecto de aquello que carece de ruptura, grieta profunda o división.
Las única interrupciones que nos podríamos imaginar que se produjesen dentro de los límites de una sola mente seria o bien interrupciones, lagunas de tiempo durante las cuales la conciencia se apagaría, o seria interrupciones en el contenido del pensamiento, tan abrupta que lo subsecuente no guardaría conexión alguna con lo precedente. La proposición de que la conciencia se siente como algo continuo significa dos cosas:
a) Que aun cuando hay una laguna de tiempo, la conciencia, después, se siente como si prolongase la conciencia de antes de la laguna, como otra parte del mismo yo.
b) Que los cambio de un momento a otro nunca son absolutamente abruptos en la calidad de la conciencia.
3.2.1. EL YO:
En la acepción más amplia del término, sin embargo, el yo de un hombre es la suma total de todo lo que puede llamar suyo, no solo su cuerpo y sus facultades psíquicas, sino sus ropas y sus casa, su esposa y sus hijos, su antepasados y amigos, su reputación y sus obras, sus tierras y sus caballos, su velero y su cuenta en el banco. Todas estas cosas le producen las mismas emociones. Si creen y prosperan, se siente triunfador, sin menguan y mueren, se siente abatido, no necesariamente con igual fuerza respecto de cada cosa, pero sí de manera muy semejante en lo tocante a todas.
Entendiendo el yo la acepción más amplia, podemos comenzar a dividir su historia en tres partes relacionadas respectivamente con:
a) Sus constituyentes
b) Los sentimientos y emociones que despiertan, apreciaciones de sí mismo.
c) Las acciones que incitan, velar por sí mismo y preservación de sí mismo.
Los constituyentes del yo pueden dividirse en dos clases, las que constituyen respectivamente:
· El yo material
· El yo social
· El yo espiritual
3.2.2. EL YO MATERIAL :
El cuerpo es la parte más íntima del yo material en cada uno de nosotros, y algunas partes del cuerpo parecen ser más íntimamente nuestras que el resto. Las ropas vienen enseguida. El viejo dicho que la persona humana consta de tres partes: Alma, cuerpo y ropa. No es una simple broma. Nos apropiamos hasta tal punto de nuestras ropas y nos identificamos tanto con ella que poco de nosotros, si se nos pidiese elegir entre poseer un cuerpo hermoso envuelto emprenda perpetuamente ajadas y sucios, y tener una forma horrenda y llena de máculas, ataviada siempre irreprochablemente, no vacilaríamos un momento antes de dar una respuesta decisiva.
Después, nuestra inmediata es parte de nosotros mismos. Nuestro padre y nuestra madre, nuestra esposa y nuestros hijos, son carnes de nuestra carne y sangre de nuestra sangre.
Cuando mueren, se va también una parte de nosotros mismo. Si hace algo malo, la vergüenza recae entre nosotros. Si los insultan, nuestra ira estalla tan rápidamente como si estuviésemos en un lugar. Viene en seguida nuestro hogar. Sus escenas son partes de nuestra vida. Sus problemas despiertan lo más tiernos sentimientos de afecto; y no perdonamos fácilmente al extraño que, al visitarlo, se pone al encontrarle defectos o lo tratan con menosprecio.
3.2.3. EL YO SOCIAL:
El yo social de un hombre es el reconocimiento que recibe de sus prójimos.
No solo somos animales gregarios a quienes gusta estar a la vista de sus congéneres, sino que tenemos una propensión innata hacernos ver, y ver con buenos ojos, por nuestros semejantes. No podre idearse castigo más cruel, de ser físicamente posible, que el que consistiese en soltarnos en sociedad y pasar totalmente inadvertidos por todos los miembros de la misma. Si todo el mundo nos diese la espalda al vernos entrar, si nadie contestase cuando hablásemos, sino que todas las personas nos “aplicaran la ley del hielo”, y actuase como si fuésemos cosas inexistentes ,una suerte de cólera y desesperación impotente se apoderaría en nosotros y nos atormentaría tanto que las torturas corporales más crueles representaría para nosotros un alivio; estas nos haría sentir que, por dura que fuese nuestra condición no nos habríamos sumido hasta tal Profundidad que nos fuésemos dignos de la menor atención.
Propiamente hablando, un hombre tiene tantos yo sociales como individuos al que lo reconoce, y llevan en sus mentes una imagen de él. Herir a cualquiera de estas sus imágenes es herirlo a él. Pero como los individuos que llevan esas imágenes quedan comprendidos naturalmente en clases, podemos decir que, de hecho, tienen tantos yo sociales diferentes como grupos distintos de personas cuya opinión le importa existen. Generalmente muestran una cara diferente de sí mismo a cada uno de estos grupos diferentes. Más de un joven discreto cuando esta ante sus padres y sus maestros suelta palabrotas y fanfarronea como un pirata entre sus jóvenes amigos “duros”. No nos presentamos ante nuestros hijos como ante nuestros compañeros de club, a nuestros clientes como ante nuestros trabajadores a quienes damos empleo, ante nuestros amos y patrones como ante nuestros amigos.
De esto resulta lo que es prácticamente una división del hombre en varios yoes, y esto puede ser una división discordante, como cuando teme uno que un grupo de conocidos suyos llega a enterarse de cómo se comporta en otras partes; o puede tratarse de una división de trabajo perfectamente armoniosa, como cuando una persona tierna con sus hijos es severa con los soldados o los prisioneros que tiene bajo su mando.
3.2.4. EL YO ESPIRITUAL:
Por yo espiritual, en la medida en que pertenece al yo empírico, no entiendo ninguno de mis estados pasajeros de conciencia. Entiendo más bien la totalidad de mis estados de conciencia, mis facultades psíquicas y mis dispersiones consideras en concreto .Este conjunto, en cualquier momento, puede convertirse en objeto de mi pensamiento en ese momento y despertar emociones semejantes a las que despiertan cuales quiera otras Porciones del yo. Cuando pensamos en nosotros mismos como pensadores, todos los demás ingredientes de nuestro yo parecen ser posesiones relativamente externas. Aún dentro del yo espiritual unos ingredientes parecen ser más extensos que otros. Nuestras capacidades de sensación, por ejemplo son posesiones menos íntimas, por así decir, que nuestras emociones y deseos; nuestros procesos intelectuales son menos íntimos de nuestras decisiones volitivas. Así pues, los estados de conciencia más cativos desde el punto de vista de los sentimientos son las porciones más centrales del yo espiritual. El meollo y núcleo de nuestro ser, como sabemos, la parte más sagrada y secreta de nuestra vida es el sentimiento de actividad que algunos estados interiores poseen.
A menudos ha dicho que este sentimiento de actividad es una revelación directa de la sustancia viva de nuestra alma. Que lo que acabo de afirmar sea cierto o no, es problema aparte.
3.3. TIPOS PSICOLÓGICOS:
Históricamente los términos de intelectualismo y sensacionalismo han sido utilizados como sinónimos de racionalismo y empirismo. Pues bien, la naturaleza parece combinar, con mayor frecuencia, una tendencia al idealismo y al optimismo con el intelectualismo. Los empiristas, por otra parte, suelen ser con alguna frecuencia materialistas y su optimismo propende a ser decididamente condicional y tembloroso. El racionalismo es siempre monista. Parte de tonalidades y de libertades y asigna enorme una importancia a la unidad de las cosas. Los empiristas arrancan de las partes y hacen de todo una colección; por consiguiente, no tienen empacho en llamarse pluralistas. El racionalismo por lo común se considera más religioso que el empirismo, pero es mucho lo que se puede decir acerca de esta pretensión, de manera que me confrontare con mencionarla. Es una pretensión valida cuando el individuo racionalista es, como se dice, un hombre de sentimientos, y cuando el individuo empirista se precia de ser poco sensiblero. En tal caso, el racionalista se inclinara comúnmente en favor del llamado libre albedrio y el empirista será un fatalista; empleo los términos más comunes.
Finalmente, la racionalista tendera a ser dogmático en sus asignaciones, en tanto que el empirista se mostrara más escéptico y abierto a la discusión.
Anotare estos rasgos en dos columnas creo que el lector reconocerá prácticamente los dos tipos de constitución mental de que estoy hablando si encabezo las columnas con los títulos de espíritu tierno y espíritu duro respectivamente.
Espíritu tierno
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Espíritu duro
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Racionalista(se guía por principios)
|
Empirista(se guía por hechos)
|
intelectualista
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sensacionalista
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idealista
|
materialista
|
Optimista
|
pesimista
|
religioso
|
irreligioso
|
indeterminista
|
fatalista
|
dogmático
|
Pluralista
escéptico
|
Por favor, pospongan por un momento la cuestión de si las dos mezclas contrastadas que he anotado son interiormente coherentes y consistentes consigo mismas o no; no tardare en extenderme sobre este punto. Para los fines inmediatos, basta que existan las personas de espíritu tierno y de espíritu duro, caracterizadas como lo hecho en la lista. Cada uno de ustedes probablemente conocerá algún ejemplo muy característico de cada tipo y sabrá lo que cada ejemplo piensa del ejemplo de la otra columna. Tienen mi mala opinión el uno del otro. Su antagonismo, cada vez que, como los individuos, han tenido un temperamento vigoroso, ha constituido en todos los tiempos una parte de la atmosfera filosófica del tiempo.
Hoy en día, forma parte de la atmosfera filosófica. El duro piensa que el tierno es un sentimental y un blandenque.El tierno considera que el duro es burdo, insensible o brutal. Su reacción reciproca se asemeja mucho a la que tiene lugar cuando turistas bostonianos se revuelven con una población como la de Cripple Creek.
Cada tipo cree que el otro es inferior, pero él desde, en uno de los casos, esta entre verdadero de diversión, en tanto que en el otro lleva su poquito de miedo.
Ahora bien, como ya he insistido, pocos de nosotros somos bostonianos delicados pura y simplemente, y pocos somos gente dura típica de las montañas Rocosas.
CAPITULO IV
4. LA PSICOLOGÍA DE LA CONCIENCIA
Todas las tendencias que forman una educación tratan de convencernos de que el mundo de nuestra conciencia presente es solamente uno entre muchos otros mundos de conciencia existentes y que tales mundos deben contener experiencia que también tiene un significado para nuestra vida; desean convencerse de que, a pesar de que en general su experiencia y la de este mundo se mantienen separadas, una y otra vez se vuelven continuas en determinados puntos y de que se introducen mayores energías.
Los fenómenos mentales subjetivos ya no se pueden eliminar ni pasar en alto las explicaciones objetivas y en los modelos de la función cerebral; la mente y la conciencia vuelven a establecerse en el campo de las ciencias, del cual habían sido excluidas, en gran parte desde el advenimiento del conductismo y del materialismo dialéctico.
A pesar de la obra inicial de James, el interés por la conciencia se apartó del centro de las investigaciones psicológicas. En los últimos años, el péndulo ha regresado y el estudio de la conciencia ha vuelto a retoñar. Han surgido asociaciones profesionales como la Sociedad de investigación de Biorrealimentación y la Asociación de Psicología Transpersonal, las cuales publican revistas y apoyan nuevas líneas de investigación. Se ha suscitado igualmente una ola de interés en las personas y han aparecido artículos y bestsellers sobre la conciencia.
Algunas áreas tienen implicaciones particulares en la teoría de la personalidad. Las investigaciones hechas con drogas psicodélicas, la Biorrealimentacion, la hipnosis, la meditación y la percepción extrasensorial. Han hecho descubrimientos que ponen en tela de juicio las hipótesis fundamentales sobre la conciencia y la naturaleza de la realidad tal como la experimentamos. Estamos utilizando nuevos Métodos, nuevos instrumentos y un nuevo deseo de investigar los fenómenos subjetivos en un esfuerzo por sentar fundamentos científicos con base en las especulaciones filosóficas de James.
Todavía no podemos responder la pregunta fundamental – La pregunta de que es la conciencia – porque quizás no se pueda contestar; pero estamos aprendiendo más acerca del contenido de la conciencia y de las formas que ella toma.
Para William James, la psicología estaba delimitada, de un lado, por la biología y del otro, por la metafísica: abarcaba todas las áreas de la existencia y la experiencia humanas. James introdujo la psicología en Estados Unidos de América, impartió el primer curso y fundo el primer laboratorio .Cinco años antes de que se publicaran las primeras ideas de Breuer y Freud (1895),ya había publicado una teoría completa sobre la conciencia. Después de un periodo de relativa oscuridad, sus numerosas aportaciones a la psicología han resurgido .Su interés por las experiencias interiores paso de moda a medida que la psicología se centró más en la psicopatología y en el conductismo, con su orientación a las ciencias puras. Además, la insistencia cada vez mayor en los datos objetivos dejaba poco lugar a las brillantes e incisivas especulaciones de James.
Sin embargo, desde la década de 1960,se han llevado a cabo constantes investigaciones sobre la naturaleza de la conciencia. Los investigadores interesados en las implicaciones de los estados alterados de la conciencia, los fenómenos paranormales y los estados intuitivos retomaron los postulados de James y los ampliaron. Otra vez se analizan sus ideas y se incluyen en los programas educativos. Su teoría de las emociones ha vuelto a ser central en los círculos psicofísicos, mientras que su aportación filosófica (el pragmatismo)fue asimilada gradualmente y del todo por el pensamiento dominante.
Los trabajos de James no se detienen en los argumentos triviales que actualmente dividen a los teóricos de la psicología. James estaba más interesado en aclarar los temas que en establecer un enfoque unificado y entendió que se requerían diversos modelos para interpretar datos diferentes. Sus indagaciones definieron el campo de la psicología. Entre otras cosas, se adelantó al conductismo de Skinner, a la psicología existencial a gran parte de la psicología cognoscitiva , a la teoría de la Gestalt y al autoconcepto de Rogers.
James se consideraba un psicólogo moral, término que casi ha desaparecido de nuestro vocabulario moderno. Consciente de que ningún investigador es verdaderamente objetivo, recordaba a otros profesores que sus actos siempre tenían implicaciones éticas y morales: cuando los alumnos creen en lo que se les enseña y actúan de acuerdo con esta creencia, eso que aprenden tienen verdaderas consecuencias. James asumía toda la responsabilidad de sus actos y trabajaba con pasión por lo que defendía: A diferencia de tantos otros, no puedo apartar el mal de mí vista y restarle importancia. Es tan real como el bien y si se niega, el bien también debe negarse.
Debemos aceptarlo y odiarlo y resistirlo mientras nos quede un soplo de aliento.(James, en H.James,1926,vol.1,p.158)
Aún siguen estudiándose las obras más importantes de James: The principles of Psychology (1890),The Varieties of Religious Experience(1902)y Pragmatismo(1907).No se acaba de responder a las preguntas que planteo; por el contrario, están cada vez más en el centro de las controversias actuales de la psicología y la filosofía.
William James es una figura sobresaliente en la historia del pensamiento estadounidense; sin duda, es el psicólogo más destacado que ha producido este país. Su descripción de la vida mental es fiel,vital y perspicaz.
Su brío no tiene comparación.(Allport,1961,p.xiii)
4.1. Conceptos principales:
James exploro todos los aspectos de la psicología humana, desde las funciones del tallo encefálico hasta el éxtasis religioso; desde la percepción del espacio hasta la investigación de la PES. Defendía con la misma brillantez los dos lados de cualquier controversia. No parecía haber límite para su curiosidad, ni teoría, por su impopular que fuera, que no estuviera dispuesto a considerar.
Se dio con vigor a la tarea de comprender y explicar las unidades básicas del pensamiento. Algunos conceptos fundamentales, como la naturaleza del pensamiento, la atención, los hábitos, la voluntad y las emociones, mantuvieron el interés de James.
Para el, la personalidad surge de la interacción continua de los instintos, los hábitos y las elecciones personales. Consideraba que las diferencias personales, las etapas del desarrollo, las psicopatologías y el resto de la personalidad eran estructuraciones constantes de elementos básicos proporcionados por la naturaleza y perfeccionados lentamente por evolución.
Hay algunas contradicciones en la teoría de James, y él era muy consciente de esta situación, sabía muy bien que lo que era válido para un aspecto de su enfoque, quizá no convenía a otros .En lugar de crear un esquema general y unificado, prefería lo que llamaba pensamiento plural ,es decir ,apegarse a más de una teoría a la vez, James aceptaba que la psicología era una ciencia inmadura, sin información suficiente para formular las leves solidas de la sensación y la percepción o incluso para determinar la naturaleza de la conciencia. Por eso manejaba numerosas teorías, hasta las que contradecían las suyas. En la introducción de un libro que atacaba sus teorías, escribió: ”no estoy convencido de la posición del doctor Sidis, pero recomiendo esta obra a todos los lectores pues es un tratado interesante, educativo y muy original”.
En la conclusión de Psychology :TheBrieferCourse (1892ª),que es la edición abreviada de su famoso libro, admite los límites de la psicología, límites que siguen en pie en nuestros días.
Cuando hablamos de la psicología como una ciencia natural no debemos suponer que se trate de una psicología que finalmente tiene bases sólidas, sino todo lo contrario: hablamos de una psicología particularmente frágil en la que escurren las aguas de la crítica metafísica por cada hendidura. Un conjunto de datos directos; algunas murmuraciones y disputas por cuestiones de opinión; unas cuantas clasificaciones y generalizaciones en el plano meramente descriptivo; un fuerte prejuicio de que tenemos estados mentales y de que nuestro cerebro los condiciona. No se trata de una ciencia, solo es la esperanza de una ciencia. James consideraba que para la interpretación de la psicología era esencial tener ideas muy diferentes, incluso contradictorias. En esta sección, el análisis de los conceptos principales es muy selectivo. Los temas son el self, los elementos de la conciencia y la deliberación.
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